Como personas, como
integrantes de una comunidad, como participantes activos de una
organización, muchas veces nos vemos obligados a tomar decisiones.
En algunos casos son voluntarias y en otros, motivadas u obligadas
por las circunstancias.
El sistema democrático nos
impone periódicamente la toma de decisiones y nos interpela
constantemente sobre la racionalidad de nuestras elecciones.
La Universidad Nacional de La
Rioja es una organización que, junto con las características
particulares de las casas de estudio, presenta momentos y
oportunidades únicas en la vida de la institución. El proceso
eleccionario que pronto se desarrollará sentará las bases para
comprender la capacidad de desempeñarse en un ámbito democrático.
Como en todas las
organizaciones, son sus integrantes, no solamente sus dirigentes, los
que definen el carácter, las prioridades, las orientaciones, las
decisiones y, como no, las consecuencias que de ello se derivan.
Se ha dicho que la UNLaR pasa
por un momento histórico al enfrentarse, por primera vez en años, a
elecciones que permitirán elegir entre varias propuestas. En tres
meses tendremos la oportunidad de elegir y decidir quiénes nos
representarán como docentes (sindicato) y como Universidad
(autoridades). Quiero recalcar aquí una dualidad insoslayable: si
bien las personas que las integran imprimen su orientación, de
acuerdo a la visión particular de cada escenario, es también
necesario comprender que las organizaciones deben trascender a sus
integrantes, conformándose así en entes con objetivos y visiones
propios, sin condicionamientos temporales ni físicos.
Entonces, este proceso
adquiere esta vez matices que lo hacen único y basal: pluralidad de
opciones, reorganización y normalización de toda la estructura.
El desafío consiste en
aprovechar esta oportunidad para que las mencionadas bases que
sentaremos para las futuras generaciones de alumnos, docentes y
co-docentes sean sólidas en sus fundamentos, flexibles en su
adaptación a la realidad y democráticas en su gestión y control.
La democratización de las
instituciones no es un proceso fácil ni rápido. Los países nos
brindan a diario una muestra de ello. En la comunidad universitaria
debe primar la racionalidad en las decisiones, lo que se afirma en la
participación activa en estos hechos históricos. Me refiero
particularmente a conocer, escuchar, opinar y cuestionar las
propuestas, para poder así formar un juicio crítico y constructivo
sobre cómo creemos que debe ser nuestra universidad.
No podemos ni debemos caer en
la comodidad de permitir que otros tomen las decisiones que son
nuestra responsabilidad hoy. Nuestro propio futuro, el de los
estamentos universitarios y el de la comunidad riojana nos demandan
una participación responsable, informada y comprometida. Una
decisión acorde a la importancia de los tiempos que nos toca vivir
y, sobre todo, protagonizar.
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